IDIOTIZADOS

Imagen Rubén Calvo. Texto Manuel Díaz
Imagen Rubén Calvo. Texto Manuel Díaz

Antes de empezar, he de decir en mi favor que no siempre he sido como soy; me explico. Desde hace algunos años, apenas veo la televisión estando ésta encendida. Con el paso del tiempo, somos muchos los que pensamos que la tele se ha convertido, por (de)méritos propios, en un mueble más con el que tratar de conjuntar, si uno tiene esas inquietudes, las cortinas y el sofá de la mayoría de los hogares de este país nuestro, y ese es un dato difícilmente rebatible. De la noche a la mañana la hemos alzado como el electrodoméstico más valioso de cuantos tenemos en nuestras casas, a pesar de que no nos seque la ropa, ni nos la planche, ni nos mantenga los alimentos refrigerados, ni nos libere de fregar la sartén ya reseca después de una larga sobremesa. Aporto un dato verídico; no hace mucho, yo mismo estuve más de quince días sin frigorífico, sin embargo, en mi casa nunca ha habido menos de dos televisores funcionando a pleno rendimiento. Poco importa el lugar ni las condiciones en las que se puedan visionar sus contenidos, lo importante es saber que está. Ningún ser humano imagina ya un rincón en el que se reúnan otros seres humanos sin que en la pared del fondo cuelgue, aunque sin voz, una espectacular televisión de por lo menos mil pulgadas

En algunos momentos, puede que otorgue cierta calidez, pero en los rincones realmente cálidos no tiene cabida televisión alguna.

Dicho esto, he de decir que no soy yo de esos que tan sólo la encienden para ver como el macho de oso estepario cubre a “su” hembra en celo sin ritual ni cortejo en los instructivos documentales que la televisión pública emite a deshoras, ni mucho menos, pero tampoco soy yo de los que celebran con entusiasmo el hecho de que Andreita, por fin, se acabara por comer el pollo.

El caso es que hace no mucho, en uno de esos soporíferos domingos invernales en los que nada ocurre, me sorprendí a mi mismo observando atento un nuevo reality que acababan de estrenar. En él se podía observar como unos cuantos personajes famosos eran grabados al detalle mientras sufrían en sus propias carnes la irrealidad de sentirse mendigos sin serlo. En algún momento alguien debió pensar que esa mentira merecía ser filmada y por eso hubo quien se remangó la camisa y se puso manos a la obra con ello.

Durante el tiempo en el que fui partícipe de aquella farsa, a mi mente vinieron las imágenes de otro programa que también causó gran revuelo, el de la chica aquella que se pasó veintiún días viviendo en una chabola, otros veintiún días fumando porros y otros veintiún días sin probar bocado alguno…con la intención, decían, de hacer ver a esta sociedad nuestra, lo que un mendigo sufre en cada despertar, cómo se siente un porrero después de un tiempo fumando, cómo la anorexia incide en el día a día de una persona que sufre esa ENFERMEDAD.

Y al igual que en su día me indigné con el programa de aquella buena muchacha, hoy me enfurezco cuando veo como estos chicos de la tele nos vuelven a subestimar con tanta hipocresía aleccionadora.

Porque es imposible que nadie consiga ver en la cara de esa periodista, el futuro nada incierto de quien no tiene nada que perder y vive al raso en la calle, ni a la persona dependiente desde no se sabe cuando a no se sabe qué, ni el de alguien que sufre un trastorno mental tan brutal como para que el miedo agarrote su mente y no le deje ver la levedad de su ser. Porque son carencias las que un mendigo real siente y es una grave enfermedad la que una persona que apenas ingiere alimentos sufre (lo de grabar a alguien fumando porros es tan aburrido que no merece comentario alguno).

Por eso pienso que no deberíamos rebasar nunca la frontera que separa la realidad de la ficción ni frivolizar con la crueldad que el día a día depara a un gran número de personas. Tal vez tan sólo el cine, desde la honestidad que otorga la ficción pactada, puede llevar a cabo esta tarea vital.

Pero nadie más.

 

 

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Comentarios: 1
  • #1

    CatódicoMan!! (martes, 30 marzo 2010 12:05)

    Bueno, desde que internet y la tecnología nos ofrecen la posibilidad de descargar, almacenar y poder visionar, prácticamente cualquier cosa que queramos, a cualquier hora del día, sin interrupciones, la televisión está pasando a un segundo plano sin lugar a dudas. Estos realities de última generación dan la sensación de ser una lucha por la superviviencia de la televisión, un intento a la desesperada por mantener a gente pegada la vieja pantalla. Yo no creo que con estos nuevos formatos intenten aleccionar a nadie, simplemente lo ofrecen como carnaza, morbo, siempre yendo un poco más allá, tratando de romper los moldes (si es que queda algo de ellos) un poco más para intentar conservar audiencia.
    Pero en esta nueva era de televisión digital, ha surgido algún canal que rivaliza en espectáculo con estos realities de última generación. Seguro que sabéis de qué hablo, con esos presentadores que han viajado en el tiempo desde 1950 hasta nuestro presente, cual “terminators” con olor a Barón Dandy y naftalina, y esos sms que envían sus adoctrinados!! Eso si que mola!!!