ERE QUE ERE

Imagen Rubén Calvo. Texto Manuel Díaz
Imagen Rubén Calvo. Texto Manuel Díaz

Son días estos de desconcierto colectivo, de inactividad política y parsimonia generalizada, una especie de impasse ideológico de perspectivas siniestras. Estamos aletargados y a la espera.

Fue hace aproximadamente dos años cuando, sin apenas darnos cuenta, alguien decidió por nosotros que era el mejor momento de darle una vuelta de tuerca más a esto del capitalismo para así garantizar nuestra ya denostada sociedad del bienestar.

A modo de postulado eclesiástico, hoy los principales partidos políticos nos alientan, desde sus altares mediáticos, a sufrir con tesón una época de recortes pronunciados de nuestros derechos sociales con el fin de que nuestra felicidad sea aún mayor pasados unos años.

Nos dicen que ahora toca sufrir en pos de una incierta felicidad postrera.

Y es con esa excusa con la que hoy recortan los salarios públicos, congelan y reducen también las pensiones, suben los impuestos y gravámenes de la totalidad de los productos que consumimos, aumentan la edad de jubilación y hasta abaratan el despido (hitos con sudor alcanzados a lo largo de tres décadas).

¿Qué hemos hecho entonces nosotros tan mal para que, siendo las mismas buenas o malas personas que hace tan sólo un par de años, ahora tengamos que claudicar ante esta desmesura?. La respuesta es fácil, dar legitimidad a sus políticas a través de nuestros votos.

El capitalismo sucumbe a los mercados de la misma manera que nosotros sucumbimos ante el capitalismo. El silogismo resultante es inquietante, los ciudadanos, depositando mayoritariamente nuestro voto en las urnas a favor de unos y otros, aceptamos formar parte de esta pantomima.

Dicen los chicos de Cáritas, que en poco más de un par de años en España hemos alcanzado la escalofriante cifra del 20% de personas que se encuentran bajo el umbral de la pobreza. Como no todos los datos pueden ser malos, irónicamente añaden que ya el 14% de la población es considerada rica. Traducido al lenguaje de la calle esto quiere decir que se está acrecentando la desigualdad social.

Y es que para que haya ricos, necesariamente tiene que haber gente pobre o dicho de otra manera, los pobres son la carnaza que los ricos necesitan para alimentar su infinita codicia.

Yo, que como no practico danza del vientre ni estoy apuntado a clases de pilates ni inmerso en una tesis que ponga algo de luz sobre cómo el hurón estepario logra sobrevivir largas temporadas sin apenas hidratarse, como tengo bastante tiempo libre, me ha dado por leer.

Y por ahí he leído a uno que dice que en nuestro país existe un 25% de fraude fiscal, que se ha bajado el impuesto de patrimonios, que se tiene intención de reformar el sistema de pensiones, de ir introduciendo paulatinamente (y no tan paulatinamente) el copago sanitario, y unas cuantas cosas más.

Como fue el mismo que predijo antes que nadie que se subirian los impuestos, se reducirían los salarios públicos y se congelarían las pensiones, yo me echo a temblar.

Pero yo quiero ser irónicamente optimista y pensar que con todas estas medidas seguro que pasamos del 14 al 20 o 25% de nuevos ricos en España y eso es algo que está muy bien.

Rezaré por no quedarme rezagado.

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