COMA

Imagen Rubén Calvo.      Texto Manu Díaz
Imagen Rubén Calvo. Texto Manu Díaz

 

Cierto es que el mundo que nos ha tocado vivir no siempre se apiada de nosotros como en algún momento creímos merecer. En muy pocas ocasiones es justo con nuestras bondades y miserias, con la caducidad que nuestra voluntad encierra, con los parabienes que guardamos en la balanza del debe y el haber. No se atisba siquiera un rayo de reciprocidad que responda desde no se sabe donde por no se sabe quien a nuestras actitudes mundanas de ser (humano).

 

Un abrazo en ocasiones no es correspondido con la misma intensidad por parte de quien lo recibe, un guiño tampoco lo es en muchas ocasiones con otro guiño, y una persona que escucha atenta, en muchas ocasiones no percibe la misma atención por parte de quien es cómplice a sus ojos. La reciprocidad no forma parte de nuestra cotidianeidad  pero es algo que asumimos con la complacencia que otorga la indiferencia. Indiferencia hacia los gestos.

 

En ocasiones sentimos la necesidad de la palabra, de comunicarnos y de escuchar lo que otros tengan que transmitirnos a nosotros. Nos gustaría que las señales de humo que lanzamos al viento fuesen respondidas de igual manera o contestadas siquiera con cantos de sirena. Pero no siempre se produce esa respuesta. Anhelamos lo que en falta echamos.

 

En otras muchas, buscamos de forma desesperada el silencio, el dulce ruido que la ausencia otorga, la calidez que proporciona la sonoridad inexistente, el reencuentro con uno mismo. Pretendemos el reencuentro con el amor propio y la placidez que él encierra, que nosotros encerramos. Pero pocas veces lo conseguimos y nuevamente ese anhelo se hace presente en nuestras vidas.

 

Sin embargo, nos consuela saber que tal rebeldía del destino es pasajera, y que ayudados por ese borrón, haremos nueva cuenta y quebraremos el dichoso porvenir.

 

Supongo que habrá quien le atribuya al destino la fortuna que en sus inertes carnes vivió el hombre a quien un simple escáner sacó del coma (en el que nunca estuvo) y lo presentó en sociedad 23 años después.

 

Si por un instante nos tornamos en él y tratamos de imaginar lo que él imaginó durante todos estos años, de escuchar lo que el oyó, de ver con nuestros ojos todo lo que él nunca pudo percibir, si llevamos al extremo tal desdicha, puede que malheridos nuestros sentidos quedemos a años luz de tal traumática experiencia, y eso es así porque no cabe en nuestra mente sentir la lejanía de quien nos observa al lado.

 

O tal vez si.

 

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POLITIQUEO

Imagen Rubén Calvo. Texto Manuel Díaz
Imagen Rubén Calvo. Texto Manuel Díaz

 

Este mundo tan irracional está formado, no nos podemos engañar, por personas singulares, muy diferentes unas de otras, que de forma singular viven sus singulares pasiones cotidianas,  el singular deseo incontrolado y hasta la parsimonia que encierra el diario ritual del despertar. No se puede hablar en ningún caso de pluralidad, de comportamientos unísonos al abrigo de una sola voz, ni siquiera de verdades únicas ni sentimientos predominantes.

 

La globalización es un término atribuible al estado, nunca al individuo.

 

Es por eso por lo que podemos decir que existen tantas verdades como individuos sobre la faz, o mejor aún, tantos individuos como verdades y mentiras se intercambian las personas entre si, independientemente de cual sea el medio escogido para hacerlo.

 

Pero, de todos los grupos de personas que conforman esta sociedad avanzada, de todos los colectivos más o menos numerosos, de todos los que se cobijan tras unas siglas, el gremio de los políticos ha sido, es y será el que reúne a los individuos que más codicia han  atesorado, atesoran y atesorarán.

 

Un dato revelador; el político no nace, sino que se hace. Es una malformación del ser (antes humano) que debido quizá a la falta de cariño durante su infancia o a la impronta de un futuro nada alentador, se reconoce vital para el bienestar común y se arremanga sin pensarlo la camisa para ponerse manos a la obra.

 

Y es que, auspiciados por la precocidad que los primeros años de vida otorgan, todos hemos soñado con que nuestros pasos se encaminarían hacia una u otra profesión y que, de la mano de ella, conseguiríamos alcanzar la felicidad que esta sociedad de cartón piedra reclama para nosotros. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de los distintos gobiernos desde la transición,  aún no hemos alcanzado la tan ansiada igualdad entre hombres y mujeres, y ambos colectivos han corrido diferente suerte a la hora de alcanzar esa meta.

 

Me explico.

 

Cuando una mujer que ansia ser actriz no muestra ni virtud ni aptitud para subirse a un escenario, su desahucio consistirá, en el mejor de los casos, en adoptar la pose y llevar las riendas quizá de un magazine diario o quizá de alguna novela televisada a deshoras.

Cuando un hombre no dispone de ese mismo arrojo vital para actuar, su desahucio consistirá en entrar en política.

 

Esta teoría tan poco contrastada, pone algo de luz sobre lo acontecido en la plaza del Duomo de Milán al primer ministro italiano Silvio Berlusconi. Lo que allí ocurrió fue que, con la majestuosa catedral por testigo, un individuo le arrojó un souvenir a la cara tras escuchar atento durante varias horas la intervención del líder italiano, causándole diversas heridas de gran aparatosidad.

 

Pues bien, antaño, cuando el más enfervorizado espectador no encontraba en el actor que se había subido al escenario la réplica perfecta, éste lanzaba contra quien era iluminado por los focos algún que otro grito de desaprobación y, sólo en los casos más sangrantes, algún tomatazo burlón. A la par que los tiempos, los hábitos del individuo también cambian, y lo hacen de manera imprevisible, en muchos casos a la deriva, y llegan a ocurrir cosas como esa.

 

Con el fin de evitar imágenes tan lamentables, deberíamos todos luchar  por la aprobación  de un decreto ley que impidiera a ese tipo de actores amateurs, subirse a un escenario y parafrasearnos sin piedad ni compasión.

 

O no.

 

 

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  • #1

    Laura (miércoles, 30 diciembre 2009 18:00)

    siempre he pensado que para entrar en política les deberían hacer un psicotécnico o similar. conducir un coche es menos peligroso que dirigir un país... así que, que menos que un examen...